Recortes de tipos: ¿llega demasiado tarde el BCE?

Por Auris Gestion

La capacidad de respuesta de la política monetaria al contexto macroeconómico, y más concretamente a la inflación, es un tema recurrente. Este es actualmente el caso, en particular, de Estados Unidos, donde la Fed es el último banco central del mundo desarrollado (excluyendo a Japón, por supuesto) que aún no ha iniciado su ciclo de recortes de los tipos de interés oficiales, a pesar de que la inflación ha retrocedido en gran medida desde que alcanzó su máximo en 2022. A diferencia de otras regiones, la fortaleza de la economía estadounidense explica en parte esta cautela de los miembros del FOMC. Esta fortaleza se vio confirmada una vez más la semana pasada por la revisión al alza del PIB y de los datos de consumo del segundo trimestre, así como por las cifras mejores de lo esperado de la renta y el gasto de los hogares estadounidenses en julio. Aunque esta resistencia significa que la Reserva Federal no se está precipitando en su ciclo de “relajación” monetaria, empieza a verse obligada a actuar por el tamaño de la brecha entre sus tipos clave y la inflación. La publicación de la inflación subyacente PCE en julio, que se situó en una tasa anual del 2,6%, confirma una vez más que el impulso inflacionista se ha debilitado bastante y, en los últimos meses, ha estado en línea con el objetivo del 2%. Como Jerome Powell nos ha recordado a menudo, la Fed actuará (y esto es relativamente lógico dado el nivel de los tipos directores) antes de que la inflación vuelva a su objetivo. Por tanto, la ventana está abierta de par en par para el primer recorte de tipos en la reunión de septiembre del FOMC, y el ritmo de los recortes de tipos posteriores está cada vez más claro.

¿Y Europa? Aunque el BCE se permitió recortar por primera vez en junio, superando a su homólogo estadounidense por un margen histórico, desde entonces se ha mantenido una línea plana, y los miembros del Banco Central Europeo parecen ser exageradamente prudentes en su retórica. Y sin embargo, a diferencia de Estados Unidos, no puede decirse que el crecimiento en la eurozona sea especialmente vigoroso (se prevé un 2,5% para este año en Estados Unidos, frente al 0,7% en Europa). En todo caso, ha tendido a sorprender a la baja desde principios de año. En cuanto a la inflación, parece que nunca ha estado tan cerca del objetivo del BCE. El índice de precios de la eurozona cayó a un 2,2% anualizado en agosto, desde el 2,6% del mes anterior, el nivel más bajo en 3 años. Sin embargo, esta desaceleración se debió principalmente a la caída de los costes energéticos, mientras que la inflación de los servicios se aceleró durante el mes (4,2% frente al 4,0%), lo que hace imposible prever una caída en este segmento (véase el gráfico de esta semana). Aunque los miembros más halcones del BCE no deberían dejar de insistir en este punto para frenar cualquier deseo de recortar los tipos demasiado rápido, los márgenes de la institución europea no son muy amplios dada la debilidad del crecimiento. Además, si bien es cierto que la “inflación interna” sigue siendo un problema que hay que vigilar, ¿puede el BCE ignorar por completo el nivel general de inflación? Aunque algunos de sus miembros habían argumentado que la actitud de espera de la Fed les había llevado a hacer lo mismo durante el verano, el recorte previsto de los tipos de la Fed en septiembre podría facilitar la actuación del BCE en el futuro.